sábado, 27 de marzo de 2010
jueves, 25 de marzo de 2010
javier barros sierra unam
"JAVIER BARROS Y FEDERICO SILVA JUNTOS"
Dos hombres citables en la Universidad Nacional Autónoma de México ARTISTAS sociales.
Obvio todo lo que hoy sé lo he leido y estudiado, no soy buen escritor, me toca de manera sorprendida pasar por el mundo retratando las cosas que veo y llaman mi atención, con buena o mala letra y una que otra fotografía.
foto: Acatlán
Por Mi Raza hablará El Espíritu
Chamuco
Dos hombres citables en la Universidad Nacional Autónoma de México ARTISTAS sociales.
Obvio todo lo que hoy sé lo he leido y estudiado, no soy buen escritor, me toca de manera sorprendida pasar por el mundo retratando las cosas que veo y llaman mi atención, con buena o mala letra y una que otra fotografía.
foto: Acatlán
Por Mi Raza hablará El Espíritu
Chamuco
lunes, 22 de marzo de 2010
intolerancia derechista vestida de homofobia
"Que se avergüencen los que le roban al pueblo..."
Asi decía más o menos la manta que presentó la Universidad Nacional Autónoma de México durante la llegada zapatista en el Zócalo de la Ciudad de México, quienes representaron a la diversidad diversidad sexual y con justa razón...claro hoy ganan ellos afortunadamente.
La segunda placa corresponde yo pienso a un grupo de la liga de la decencia que busca retrazar con moralina los derechos humanos y quienes a su vez no han comprendido aún los tiempos que vive el mundo, México, la ciudad misma que además repunta en esa materia sobre América Latina, quizá es una ultraderecha fascista; quizá.
Es curioso, gente que yo he considerado importante, y lo es sin duda por su aportación en diversas áreas se pronuncie a favor de las bodas entre personas del mismo sexo y los derechos humanos, es licenciado en derecho y es heterosexual. Concluyendo no es lo mismo oir al Lic. Don Jacobo Zabludovsky hombre estudiado y letrado, heteroxesual, que un heterosexual en selibato predicando intolerancia desde el púlpito impunemente o haciendo pininos en las curules del congreso hablando sandeces.
Solo es defender el derecho y la Constitución, por derecho.
"y la transmisión comenzaba asi por Jacobo: Qué vivan los novios..." por la 69
video VS homofobia: mikorte informativo además muy creativo, eso es comunicar, más allá de la posición shovinista de "comunicar" ya se que hasta un "grillo" dice algo.
Este Video que promueve la homofobia y la discriminación de manera pública es muestra de esa intolerancia causada por la mala educación. Solo recomendaría por eso a los "comunicologos" quienes pienso olvidan las reglas de la ética o no leyeron a la gran Profesora Fátima Hdz en CU que se informen mejor, de acuerdo a su importancia y se conduzcan responsablemente.
Es una cuestión de derechos no de sexo, que lo discutan las ciencias y establezcan siempre lo mejor para México
Por lo tanto no se "requiere" de ser homosexual para defender causas desde el derecho. La intolerancia esta más allá de quienes lo sean y quienes no, hay solo unos grupos que siguen incubando en México la intolerancia y que como se muestra en diferentes medios causa más violencia.
Aunada o junto a las víctimas de inocentes como los del TEC y los de Juárez.
¡Qué vivan los novios!
¡Qué vivan las novias!
¡QUÉ VIVOS LOS SOLTEROS!
Chamuco
domingo, 21 de marzo de 2010
Don Benito Juárez
Conmemoración del natalicio del Lic. Don Benito Juárez
21 de marzo 2010
LA UTILIDAD DE LAS LEYES DE REFORMA TIENEN UNA GRAN UTILIDAD SOCIAL EN EL MARCO DEL DERECHO, TAL ES LA DE LA SECULARIZACIÓN DE CEMENTERIOS Y LA LIBERTAD DE CULTO. POR ELLO EL ESTADO LAICO NO VA EN CONTRA DE LOS QUE CREEN, PROTEGE EL DERECHO DE CREER EN LO QUE SE QUIERA Y NO SER MALTRATADO, CASTIGADO O DISCRIMINADO, ETC. PROCURANDO LA IGUALDAD Y LA PROCURACIÓN DE UN ESTADO SIN CREENCIAS EN EL ESTADO DEL DERECHO.
ESTAMOS PRÓXIMOS A CUMPLIR COMO PAÍS DOS SIGLOS DE INDEPENDENCIA: “EL BICENTENARIO”, Y UN SIGLO DE REVOLUCIÓN. PERO NO DEBEMOS OLVIDAR ÉSTA A LA QUE ME REFERÍ EN UN BLOG ANTERIOR. LA GUERRA DE REFORMA, FORMA PARTE DE LA LIBERTAD CON LA QUE HOY CONTAMOS LEGALMENTE, Y COSTÓ MUCHAS VIDAS.
CHAMUCO
"...Entre las naciones como entre las naciones, el respeto al dercho ajeno es la paz..."
Don Benito Juárez
martes, 9 de marzo de 2010
Día Internacional de La Mujer
FOTOS: FOTOGRAPHILIA POR CHAMUCO
"Mujeres en la lucha"
Día Internacional de La Mujer.
8 de MARZO
100 Años
A cien años de la conmemoración del día dedicado a la mujer, sigue luchando contra la desigualdad, no solo social, sino educativo, laboral y en distintas oportunidades, en algunos casos y por región atribuíble a las costumbres se dan homicidios en su contra y es legal bajo ese rubro (habría de extinguir costumbres dañinas, solo esas, las que atentan de acuerdo al derecho contra la vida, nada moral y si estoy mal que algún experto me corrija), todo ello es signo de desigualdad actualmente en su contra y seguirán en la lucha
A cien años de la conmemoración y miles de años sobre la tierra (al igual que el hombre), antes de cualquier religión o costumbre la mujer existe y forma, no solo parte del pilar y médula de la sociedad nuestra, sino parte de la naturaleza en la que todos los seres vivos hallamos el equilibrio. Y si bien para mi no en más que el hombre no es menos, adjudicar a cada uno alguna virtud mayor es un maniqueísmo sexuado inválido para los tiempos de hoy, en donde solo podremos, repito como en un blog anterior, vivir mejor cuando exista igualdad entre los seres.
A cien años de la conmemoración de su día la mujer sigue en la lucha...la historia moderna esta en deuda con ella.
chamuco
lunes, 1 de marzo de 2010
Carlos Montemayor
Carlos Montemayor
1947 - 2010
Desfiladero
Carta a una mariposa
Jaime Avilés
Carlos Montemayor estaba en todo. Nada de lo humano le era ajeno. Era experto en disciplinas tan disímbolas y complementarias como la guerra, la poesía, la música y las lenguas vivas, muertas y en vías de extinción. Poeta, novelista, periodista, ensayista, activista, traductor, cantante de ópera, lo mismo daba conferencias magistrales en los salones del Estado Mayor, para explicar a los generales las razones de ser de los movimientos guerrilleros del siglo XX, que fungía como mediador entre el EPR y la Secretaría de Gobernación, participaba en congresos literarios, grababa discos y escribía sin descanso.
Tenía 23 años en 1971 cuando ganó el premio Xavier Villaurrutia por Las llaves de Urgell. Yo acababa de cumplir 19 cuando en 1973 lo conocí en Filosofía y Letras de la UNAM, y lo miraba hacia arriba: ya era un grande. Una mañana me salí de la aburrida clase de un profesor tan orejón y calvo como antipático, que daba Siglo de Oro, para ir a tomar café al Sanborns de San Ángel, con los poetas Marco Antonio Campos, Luis Chumacero (hijo de Alí), los cuentistas Carlos Chimal y Bernardo Ruiz, y desde luego Montemayor.
Quizá porque a pesar de sus tempranos laureles, todavía era un joven norteño que se sentía intimidado por la gran ciudad, Montemayor mezclaba el lenguaje coloquial con términos untados de prosopopeya que lo hacían hablar de una manera un poco rara. Aquella vez en Sanborns, por ejemplo, me dijo: “Pásame esa cuchara, parece que está impoluta”. En 1991 me invitó a presentar su novela Guerra en el paraíso, en la casa-museo de la guerrilla mexicana, que entonces dirigía el ex combatiente de la Liga Comunista 23 de Septiembre, y también escritor, Salvador Castañeda.
Guerra en el paraíso, como todas y todos sabemos, aborda la lucha encabezada en la sierra de Guerrero por Lucio Cabañas Barrientos, quien murió peleando en 1974. Para componer esa obra, Montemayor no se limitó a recabar los testimonios de los campesinos que sobrevivieron a la furia represiva, sino que investigó en los archivos de la Secretaría de la Defensa y consultó documentos, hasta entonces desconocidos, que detallaban las operaciones del Ejército a lo largo del conflicto. Allí acrecentó, sin duda, su admirable erudición en asuntos militares.
Decir que la desaparición de Montemayor deja un enorme vacío que será imposible llenar es algo muy cierto, pero hay una página de su abultada agenda de temas sociales en la que podemos contribuir a paliar su ausencia. Durante los últimos años de su vida, Carlos defendió con tesón a los defensores del histórico Cerro de San Pedro (y aquí la palabra Cerro va con mayúscula, porque no se refiere a un sustantivo sino a un nombre propio), donde en 1600 se pactó el final de la guerra chichimeca, que había estallado medio siglo antes, cuando los conquistadores españoles abrieron un camino directo entre Zacatecas y Querétaro para traer a México la plata de las minas del norte.
Al invadir el desierto de lo que ahora se llama San Luis Potosí, fueron atacados por los grupos nómadas que lo habitaban, despectivamente llamados “cara de perro” (chichimecas) por los mexicas, que jamás pudieron conquistarlos. Las caravanas de carretas y mulas cargadas de piedras pletóricas de oro, plata, plomo, tungsteno y muchos minerales más, empezaron a ser saqueadas sistemáticamente, y quienes las conducían, muertos mediante certeros flechazos. Aquellos indígenas desnudos, que se dibujaban la piel con exóticos colores, sembraron el pánico en la región y obligaron a Felipe II a enviar tropas de refuerzo. La estrategia militar –óyelo Felipe, y escúchalo Calderón– no sirvió de nada. La guerra duró cinco décadas y llegó a su fin cuando la corona española confiscó las cuentas bancarias de los chichimecas y encarceló a todos los políticos (incluso al virrey) y a los grandes empresarios que los protegían y ayudaban a lavar dinero... ¿Qué?
Perdón, perdón, rectifico, no sé en qué estaba pensando: la guerra chichimeca terminó cuando los españoles entendieron que los indios, en realidad, saqueaban las caravanas porque tenían hambre y frío, así que en lugar de seguir construyendo fuertes en el desierto (que hoy son ciudades como Irapuato, Celaya, Matehuala, etcétera) aplicaron otra política económica, y lograron concretar la paz cuando los rebeldes recibieron alimentos y cobijas, sin saber que de tal modo se condenarían a vivir por los siglos de los siglos venideros en la miseria, la esclavitud y la más feroz de las explotaciones.
En 1600, los ganadores de la guerra fundaron la ciudad de San Luis Potosí, con sus siete barrios (incluido el de San Miguelito, que sale en los corridos de Jorge Negrete, y otros en donde fueron agrupados los indios), a escasos kilómetros (entonces leguas) del Cerro de San Pedro, al que dibujaron en su escudo de armas como emblema y seña de identidad. Pero al mismo tiempo, en ese hermoso promontorio, formado por más de 80 mil toneladas de roca, descubrieron un riquísimo yacimiento de plata que, entre otras cosas, financió el desarrollo de la deslumbrante arquitectura barroca potosina.
Cuando la plata y el oro, que siempre nace asociado a ella, se agotaron en la primera mitad del siglo XX, el otrora floreciente lugar cayó en el olvido y, como todos los enclaves mineros que en su día conocieron la abundancia, se volvió, casi, un pueblo fantasma. A principios de la década anterior, para su desgracia, el sitio fue redescubierto por la empresa canadiense New Gold-Minera San Xavier que, repartiendo dinero a manos llenas, obtuvo permiso para explorarlo y llegar a la conclusión de que, a cierta profundidad, debajo de la base del cerro, hay todavía inmensas reservas de oro.
Entonces, para adueñarse de esos filones de oro, a los depredadores canadienses no se les ocurrió nada mejor que volar el cerro con dinamita, removiendo las 80 mil toneladas de roca que le dan cuerpo (por eso conocemos ese dato exacto, ¿verdad?, no es que uno vaya por el mundo sabiendo el peso y la talla de los montes). La monstruosa idea no sólo constituye una amenaza para la flora y la fauna de la región –porque el oro que ya están sacando es lavado en tinas de lixiviación, al aire libre, que después filtran sus desechos venenosos al subsuelo–, sino también para las joyas arquitectónicas de San Luis Potosí, situadas a 30 kilómetros de distancia, porque las explosiones ponen en riesgo su integridad.
Aunque la lógica más elemental aconsejaría que para proteger la biodiversidad, el patrimonio cultural y la salud de las personas bastaría con expulsar a Minera San Xavier, el gobierno de Vicente Fox le dio el más rotundo espaldarazo, para que siguiera adelante, y la espantosa y asesina caricatura del “gobierno” actual la sigue apoyando con sumisión inquebrantable.
Además de escribir poemas, novelas, traducciones y artículos de prensa, además de cantar ópera y gozar la vida luchando en numerosos frentes a la vez, Carlos Montemayor defendió con ahínco al Frente Amplio Opositor (FAO) potosino, que combate jurídica y políticamente a Minera San Xavier, y no cejará hasta echarla de México. Si bien el vacío que deja Montemayor es irreparable, Desfiladero recoge desde hoy la estafeta que la muerte le arrebató de la mano a nuestro querido amigo, y se compromete a seguir, en su nombre, la batalla por el Cerro de San Pedro.
Esto le decía la otra noche a una mariposa de alas rojas a la que prometí escribirle esta carta, porque fue el primer animalito que vi, después de saber que ya está entre nosotros Valentina, la hija de Karina Avilés y Miguel Ángel Velázquez. ¡Bienvenida!
FUENTE LA JORNADA
Carlos Montemayor
1947 - 2010
Escritor, traductor, activista social defensor de los pueblos indígenas, son algunos de los gustos que llenaron su vida; falleció a los 62 años víctima de cáncer
LA BIOGRAFÍA
El escritor mexicano Carlos Montemayor nació el 13 de junio de 1947 en el Parral, Chihuahua.
Trabajó ampliamente en disciplinas como la traducción, el ensayo, la poesía y la narración.
Montemayor realizó sus primeros estudios en su ciudad natal y la preparatoria en la Universidad de Chihuahua.
Más tarde se trasladó a la ciudad de México, donde cursó la licenciatura en Derecho y una maestría en Letras Iberoamericanas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México de 1965 a 1971.
Hizo estudios de lengua hebrea en El Colegio de México; de forma paralela estudió griego clásico, latín, francés, portugués, italiano e inglés.
Uno de los últimos galardones que recibió fue en 2009, cuando obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009, en el área de Literatura y Lingüística.
Además recibió otros reconocimientos, entre los que se pueden mencionar el Premio Xavier Villaurrutia 1971, por su obra Las llaves de Urgell; y el Premio Novela del Cincuentenario de El Nacional 1979, por Las minas del retorno.
También pues fue distinguido con el Premio de Letras del Estado de Chihuahua, Tomás Valles Vivar 1985, por el conjunto de su obra; y la Medalla Roque Dalton, otorgada por el Consejo de Cooperación para la Cultura y la Ciencia en El Salvador en 2003; por mencionar unos cuantos.
Trabajó como docente en la Escuela Preparatoria de la Ciudad de México y de la Universidad Autónoma Metropolitana desde 1974.
Colaboró como articulista para las revistas y periódicos Plural, Excélsior, Unomásuno, y La Jornada.
Dirigió la Revista de la Universidad de 1973 a 1975, fue fundador de la revista Casa del Tiempo de la UAM, la cual dirigió de 1980 a 1982.
Formó parte de grandes instituciones involucradas con las letras como la Academia Mexicana de la Lengua; la Real Academia Española y la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas.
Cuenta con un sin fin de obras como "Las llaves de Urgell" (1971), "Las armas del viento" (1977), "Abril y otros poemas"(1979), "Mal de piedra" (1980), "Minas del retorno" (1982), "Memoria poética" (1982).
Su libro "Los tarahumaras: Pueblo de estrellas y barrancas" es el compendio más completo acerca de los rarámuris de la Sierra de Chihuahua.
Para los años noventa destacaron obras como "Guerra en el paraíso" (1991), "Los informes secretos" (1999), "Chiapas, la rebelión indígena de México" (1998), "Arte y trama en el cuento indígena" (1998), "La guerrilla recurrente" (1999), "La tormenta y otras historias" (antología) (1999), "Obras reunidas I. Guerra en el paraíso y Las armas del alba" (2006) y "La Fuga" (2007).
Además llevó al español clásicos como las "Odas de Píndaro", "Carmina Burana", poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo.
Falleció a los 62 años de edad víctima de un cáncer de estómago que lo aquejaba desde hace cuatro meses y por el cual tuvo que ser hospitalizado desde el lunes en el Instituto Nacional de Cancerología.
FUENTE:
EL UNIVERSAL OBITUARIO
1947 - 2010
Desfiladero
Carta a una mariposa
Jaime Avilés
Carlos Montemayor estaba en todo. Nada de lo humano le era ajeno. Era experto en disciplinas tan disímbolas y complementarias como la guerra, la poesía, la música y las lenguas vivas, muertas y en vías de extinción. Poeta, novelista, periodista, ensayista, activista, traductor, cantante de ópera, lo mismo daba conferencias magistrales en los salones del Estado Mayor, para explicar a los generales las razones de ser de los movimientos guerrilleros del siglo XX, que fungía como mediador entre el EPR y la Secretaría de Gobernación, participaba en congresos literarios, grababa discos y escribía sin descanso.
Tenía 23 años en 1971 cuando ganó el premio Xavier Villaurrutia por Las llaves de Urgell. Yo acababa de cumplir 19 cuando en 1973 lo conocí en Filosofía y Letras de la UNAM, y lo miraba hacia arriba: ya era un grande. Una mañana me salí de la aburrida clase de un profesor tan orejón y calvo como antipático, que daba Siglo de Oro, para ir a tomar café al Sanborns de San Ángel, con los poetas Marco Antonio Campos, Luis Chumacero (hijo de Alí), los cuentistas Carlos Chimal y Bernardo Ruiz, y desde luego Montemayor.
Quizá porque a pesar de sus tempranos laureles, todavía era un joven norteño que se sentía intimidado por la gran ciudad, Montemayor mezclaba el lenguaje coloquial con términos untados de prosopopeya que lo hacían hablar de una manera un poco rara. Aquella vez en Sanborns, por ejemplo, me dijo: “Pásame esa cuchara, parece que está impoluta”. En 1991 me invitó a presentar su novela Guerra en el paraíso, en la casa-museo de la guerrilla mexicana, que entonces dirigía el ex combatiente de la Liga Comunista 23 de Septiembre, y también escritor, Salvador Castañeda.
Guerra en el paraíso, como todas y todos sabemos, aborda la lucha encabezada en la sierra de Guerrero por Lucio Cabañas Barrientos, quien murió peleando en 1974. Para componer esa obra, Montemayor no se limitó a recabar los testimonios de los campesinos que sobrevivieron a la furia represiva, sino que investigó en los archivos de la Secretaría de la Defensa y consultó documentos, hasta entonces desconocidos, que detallaban las operaciones del Ejército a lo largo del conflicto. Allí acrecentó, sin duda, su admirable erudición en asuntos militares.
Decir que la desaparición de Montemayor deja un enorme vacío que será imposible llenar es algo muy cierto, pero hay una página de su abultada agenda de temas sociales en la que podemos contribuir a paliar su ausencia. Durante los últimos años de su vida, Carlos defendió con tesón a los defensores del histórico Cerro de San Pedro (y aquí la palabra Cerro va con mayúscula, porque no se refiere a un sustantivo sino a un nombre propio), donde en 1600 se pactó el final de la guerra chichimeca, que había estallado medio siglo antes, cuando los conquistadores españoles abrieron un camino directo entre Zacatecas y Querétaro para traer a México la plata de las minas del norte.
Al invadir el desierto de lo que ahora se llama San Luis Potosí, fueron atacados por los grupos nómadas que lo habitaban, despectivamente llamados “cara de perro” (chichimecas) por los mexicas, que jamás pudieron conquistarlos. Las caravanas de carretas y mulas cargadas de piedras pletóricas de oro, plata, plomo, tungsteno y muchos minerales más, empezaron a ser saqueadas sistemáticamente, y quienes las conducían, muertos mediante certeros flechazos. Aquellos indígenas desnudos, que se dibujaban la piel con exóticos colores, sembraron el pánico en la región y obligaron a Felipe II a enviar tropas de refuerzo. La estrategia militar –óyelo Felipe, y escúchalo Calderón– no sirvió de nada. La guerra duró cinco décadas y llegó a su fin cuando la corona española confiscó las cuentas bancarias de los chichimecas y encarceló a todos los políticos (incluso al virrey) y a los grandes empresarios que los protegían y ayudaban a lavar dinero... ¿Qué?
Perdón, perdón, rectifico, no sé en qué estaba pensando: la guerra chichimeca terminó cuando los españoles entendieron que los indios, en realidad, saqueaban las caravanas porque tenían hambre y frío, así que en lugar de seguir construyendo fuertes en el desierto (que hoy son ciudades como Irapuato, Celaya, Matehuala, etcétera) aplicaron otra política económica, y lograron concretar la paz cuando los rebeldes recibieron alimentos y cobijas, sin saber que de tal modo se condenarían a vivir por los siglos de los siglos venideros en la miseria, la esclavitud y la más feroz de las explotaciones.
En 1600, los ganadores de la guerra fundaron la ciudad de San Luis Potosí, con sus siete barrios (incluido el de San Miguelito, que sale en los corridos de Jorge Negrete, y otros en donde fueron agrupados los indios), a escasos kilómetros (entonces leguas) del Cerro de San Pedro, al que dibujaron en su escudo de armas como emblema y seña de identidad. Pero al mismo tiempo, en ese hermoso promontorio, formado por más de 80 mil toneladas de roca, descubrieron un riquísimo yacimiento de plata que, entre otras cosas, financió el desarrollo de la deslumbrante arquitectura barroca potosina.
Cuando la plata y el oro, que siempre nace asociado a ella, se agotaron en la primera mitad del siglo XX, el otrora floreciente lugar cayó en el olvido y, como todos los enclaves mineros que en su día conocieron la abundancia, se volvió, casi, un pueblo fantasma. A principios de la década anterior, para su desgracia, el sitio fue redescubierto por la empresa canadiense New Gold-Minera San Xavier que, repartiendo dinero a manos llenas, obtuvo permiso para explorarlo y llegar a la conclusión de que, a cierta profundidad, debajo de la base del cerro, hay todavía inmensas reservas de oro.
Entonces, para adueñarse de esos filones de oro, a los depredadores canadienses no se les ocurrió nada mejor que volar el cerro con dinamita, removiendo las 80 mil toneladas de roca que le dan cuerpo (por eso conocemos ese dato exacto, ¿verdad?, no es que uno vaya por el mundo sabiendo el peso y la talla de los montes). La monstruosa idea no sólo constituye una amenaza para la flora y la fauna de la región –porque el oro que ya están sacando es lavado en tinas de lixiviación, al aire libre, que después filtran sus desechos venenosos al subsuelo–, sino también para las joyas arquitectónicas de San Luis Potosí, situadas a 30 kilómetros de distancia, porque las explosiones ponen en riesgo su integridad.
Aunque la lógica más elemental aconsejaría que para proteger la biodiversidad, el patrimonio cultural y la salud de las personas bastaría con expulsar a Minera San Xavier, el gobierno de Vicente Fox le dio el más rotundo espaldarazo, para que siguiera adelante, y la espantosa y asesina caricatura del “gobierno” actual la sigue apoyando con sumisión inquebrantable.
Además de escribir poemas, novelas, traducciones y artículos de prensa, además de cantar ópera y gozar la vida luchando en numerosos frentes a la vez, Carlos Montemayor defendió con ahínco al Frente Amplio Opositor (FAO) potosino, que combate jurídica y políticamente a Minera San Xavier, y no cejará hasta echarla de México. Si bien el vacío que deja Montemayor es irreparable, Desfiladero recoge desde hoy la estafeta que la muerte le arrebató de la mano a nuestro querido amigo, y se compromete a seguir, en su nombre, la batalla por el Cerro de San Pedro.
Esto le decía la otra noche a una mariposa de alas rojas a la que prometí escribirle esta carta, porque fue el primer animalito que vi, después de saber que ya está entre nosotros Valentina, la hija de Karina Avilés y Miguel Ángel Velázquez. ¡Bienvenida!
FUENTE LA JORNADA
Carlos Montemayor
1947 - 2010
Escritor, traductor, activista social defensor de los pueblos indígenas, son algunos de los gustos que llenaron su vida; falleció a los 62 años víctima de cáncer
LA BIOGRAFÍA
El escritor mexicano Carlos Montemayor nació el 13 de junio de 1947 en el Parral, Chihuahua.
Trabajó ampliamente en disciplinas como la traducción, el ensayo, la poesía y la narración.
Montemayor realizó sus primeros estudios en su ciudad natal y la preparatoria en la Universidad de Chihuahua.
Más tarde se trasladó a la ciudad de México, donde cursó la licenciatura en Derecho y una maestría en Letras Iberoamericanas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México de 1965 a 1971.
Hizo estudios de lengua hebrea en El Colegio de México; de forma paralela estudió griego clásico, latín, francés, portugués, italiano e inglés.
Uno de los últimos galardones que recibió fue en 2009, cuando obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009, en el área de Literatura y Lingüística.
Además recibió otros reconocimientos, entre los que se pueden mencionar el Premio Xavier Villaurrutia 1971, por su obra Las llaves de Urgell; y el Premio Novela del Cincuentenario de El Nacional 1979, por Las minas del retorno.
También pues fue distinguido con el Premio de Letras del Estado de Chihuahua, Tomás Valles Vivar 1985, por el conjunto de su obra; y la Medalla Roque Dalton, otorgada por el Consejo de Cooperación para la Cultura y la Ciencia en El Salvador en 2003; por mencionar unos cuantos.
Trabajó como docente en la Escuela Preparatoria de la Ciudad de México y de la Universidad Autónoma Metropolitana desde 1974.
Colaboró como articulista para las revistas y periódicos Plural, Excélsior, Unomásuno, y La Jornada.
Dirigió la Revista de la Universidad de 1973 a 1975, fue fundador de la revista Casa del Tiempo de la UAM, la cual dirigió de 1980 a 1982.
Formó parte de grandes instituciones involucradas con las letras como la Academia Mexicana de la Lengua; la Real Academia Española y la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas.
Cuenta con un sin fin de obras como "Las llaves de Urgell" (1971), "Las armas del viento" (1977), "Abril y otros poemas"(1979), "Mal de piedra" (1980), "Minas del retorno" (1982), "Memoria poética" (1982).
Su libro "Los tarahumaras: Pueblo de estrellas y barrancas" es el compendio más completo acerca de los rarámuris de la Sierra de Chihuahua.
Para los años noventa destacaron obras como "Guerra en el paraíso" (1991), "Los informes secretos" (1999), "Chiapas, la rebelión indígena de México" (1998), "Arte y trama en el cuento indígena" (1998), "La guerrilla recurrente" (1999), "La tormenta y otras historias" (antología) (1999), "Obras reunidas I. Guerra en el paraíso y Las armas del alba" (2006) y "La Fuga" (2007).
Además llevó al español clásicos como las "Odas de Píndaro", "Carmina Burana", poesías de Cayo Valerio Catulo, Virgilio y Safo.
Falleció a los 62 años de edad víctima de un cáncer de estómago que lo aquejaba desde hace cuatro meses y por el cual tuvo que ser hospitalizado desde el lunes en el Instituto Nacional de Cancerología.
FUENTE:
EL UNIVERSAL OBITUARIO
"Hemos perdido un amigo, una voz necesaria en el futuro para endenderlo mejor, habrá un silencio que le extrañará y reclamará su voz; perdimos parte de esa misma que nos trajo el origen y del dónde venimos, hemos perdido sin duda un amigo de todos los mexicanos
CHAMUCO"
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